Entrenador personal. ¿Merece la pena?

Considerando que mi rodilla no me permite correr pero sí subir escaleras, tenía la costumbre de caminar rápido y subir y bajar unos 100 escalones. Después de unos 20 minutos volvía a casa y hacía otros 20 minutos de ejercicios. Había empezado a notar algún cambio a nivel físico, pero sentía que estaba muy lejos de donde quería llegar y no estaba segura de que seguir mirando vídeos online era la solución.

Además, estaba entrenando en casa sin tener un espejo para controlar que estuviera haciendo bien todos los movimientos y así evitar lesiones.

Por qué decidí empezar con una entrenadora personal

Una de mis filosofías de vida es que si no sé algo, pregunto y, si puedo preguntar a expertos, ¡mejor! Además, se dio la casualidad de que en un brunch conocí a Julia, una entrenadora personal que estaba empezando a escribir un blog, y en ese momento se me encendió la bombilla de “colaboración”.

Le conté la idea de mi reto y le pedí su ayuda a cambio de ayudarla con su blog y redes sociales. A Julia le gustó la idea y después de unos pocos días nos reunimos por primera vez para organizarnos.

Lo primero que hicimos fue echar un vistazo a la lista de las comidas que había consumido en los últimos 5 días y, además, le hablé de mi problema en la rodilla derecha y de la rigidez de mi columna vertebral.

Primer día de entreno

El 12 de octubre llegó el primer día de entreno. Ese fue el día en el que sacamos mis fotos enseñando toda esos michelines que quería perder. Además, Julia me midió y me hizo hacer varios ejercicios para ver mi grado de resistencia, mi técnica y mi equilibrio.

Como en las semanas previas a este entreno mis contratiempos me llevaron a dejar mi rutina, te puedes imaginar en qué condiciones me levanté al día siguiente. Hacía mucho que no había tenido agujetas durante tantos días

Mi truco para no perderme entrenos

Quedé para entrenar con Julia solo dos veces y luego seguí sola con una tabla de ejercicios que me había preparado.

El consejo de Julia fue de entrenar 4 días a la semana, pero por varias razones no lo conseguí durante las primeras dos semanas, así que me di el permiso, sin rencores o reproches, de entrenar 3 días a la semana.

Después de un mes y medio de entrenos siguiendo la misma tabla de ejercicios, Julia me hizo otra. La nueva tenía ejercicios mucho más difíciles, y después de los entrenos me sentía demasiado cansada. Pero como la tabla estaba organizada en dos partes, en lugar de hacer todo el entreno 3 veces por semana, decidí hacer medio entreno 6 veces por semana. Al principio pensé que no tenía tiempo para entrenar tantas veces, pero de esta forma, en realidad, conseguí mucha más flexibilidad. Este cambio ya no me permitía encontrar excusas de tiempo porque solo tenía que recortar media hora y podía hacerlo en cualquier momento del día. Si por la tarde tenía algo planeado entrenaba por la mañana o al mediodía y viceversa.

Crear el hábito de entrenar no fue tan inmediato, sobre todo al principio, porque justo a la semana de mi primer entreno me fui de viaje a Cerdeña para visitar a mi familia y allí, como te podrás imaginar, no entrené ni un día. En el post “Vuelta a los orígenes… unos días duros” te cuento como fue esa experiencia. Y en el post “Cómo crear (y mantener) nuevos hábitos” te hablo más sobre los hábitos y como conseguí crear los mío.

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Gracias por pasarte por aquí,

Un abrazo fuerte,

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